Stone Town, la Ciudad de Piedra, es el casco histórico de la capital. Crisol de la identidad isleña, invita a perderse en la laberíntica fascinación de sus callejuelas. Guiados por las notas de la música taraab, visitamos la Casa de las Maravillas, el Fuerte Viejo, la mezquita Wa Balnara, la catedral católica de St. Joseph y el palacio Beitel Sahel, antigua residencia de los sultanes. Toda esta arquitectura es un compendio de eclecticismo. El trazado urbano es árabe, de calles estrechas, enmarañadas y meandrosas. Algunos de sus edificios delatan trazas coloniales europeas, pero la mayoría alternan patios interiores de herencia omaní con balconadas propias de la India. Y que no falte la baraza, un banco de piedra adosado a la pared que traslada la vida al exterior, siempre dispuesta a la charla.

Pero el elemento más característico son las puertas de madera de las antiguas viviendas de mercaderes adinerados. Están labradas con sofisticados motivos geométricos, florales o inspirados en versículos del Corán, y rematadas con piezas de metal que sobresalen a modo de cabeza de lanza. De tradición hindú, son decorativas, pero en su lejano origen protegían la entrada de la embestida de los elefantes.

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